En la quinta sesión hemos intentado dar un paso más y obtener jabones
con aromas y colores. Los alumnos han usado varios colorantes alimentarios
(azul, amarillo y rojo) y han traído aromas tales como canela, aromas de cítricos y otros.
Con la receta base optimizada en las sesiones anteriores
procedimos a obtener nuevos jabones con los aromas y colores que ellos
eligieron. Lo pasaron bien haciendo un poco de “potajeo” químico: se dedicaron a mezclar los tintes para conseguir colores vistosos pero al final siempre acabábamos en jabones de color rosa:
Los que agregaron canela como aromatizante (se atrevieron Jesús y Juan) obtuvieron jabones en tonos marrón o caramelo.
Observando el color de las dos fases durante la elaboración del jabón, se vio que en algunos casos se teñía más intensamente la fase acuosa (sobre todo con los colorantes alimentarios) mientras que en el caso de la canela era la fase oleosa la que adquiría mayor intensidad de color. A la vista de estas evidencias, los alumnos concluyeron (con algo de ayuda) que el teñido de los jabones funcionaría mejor con colorantes que se mezclasen bien con la grasa más que con el agua. Una posibilidad que proponemos para investigar en otra ocasión es la de añadir los aditivos en una fase diferente de la fabricación: consultada la bibliografía, nuestros científicos han averiguado que parece más adecuado hacer esa adición una vez que ya se ha producido la saponificación y antes de dejar secar y moldear los jabones.
Éste lo obtuvieron Marina Barrajón y Ana |
Los que agregaron canela como aromatizante (se atrevieron Jesús y Juan) obtuvieron jabones en tonos marrón o caramelo.
¡Olía bastante bien! |
Observando el color de las dos fases durante la elaboración del jabón, se vio que en algunos casos se teñía más intensamente la fase acuosa (sobre todo con los colorantes alimentarios) mientras que en el caso de la canela era la fase oleosa la que adquiría mayor intensidad de color. A la vista de estas evidencias, los alumnos concluyeron (con algo de ayuda) que el teñido de los jabones funcionaría mejor con colorantes que se mezclasen bien con la grasa más que con el agua. Una posibilidad que proponemos para investigar en otra ocasión es la de añadir los aditivos en una fase diferente de la fabricación: consultada la bibliografía, nuestros científicos han averiguado que parece más adecuado hacer esa adición una vez que ya se ha producido la saponificación y antes de dejar secar y moldear los jabones.
En cuanto a los aromas, los cítricos y el de canela funcionaron
bien. Dejamos los jabones obtenidos filtrando del exceso de líquido de reacción
hasta la sesión siguiente.
Al comenzar la sexta sesión hicimos una revisión del aspecto y
características de los jabones coloreados: se observó su color y su olor.
Algunos alumnos hicieron una prueba con su jabón y se lavaron las manos con él
para ver si dejaba aroma en la piel. La huella aromática era muy tenue. Lo que
sí observamos es que los colorantes alimentarios teñían ligeramente la piel y
no se iba el color fácilmente con el agua. La conclusión fue que los jabones
comerciales debían incorporar en su formulación otro tipo de tintes, así como
aromas más intensos y duraderos.
En esta sesión también teníamos previsto poner a prueba la
eficacia limpiadora de los jabones fabricados ante manchas de diferente
naturaleza. Nos fuimos al laboratorio preparados con un arsenal de sustancias:
mayonesa, chocolate, aceite, zumo de frutas, mostaza, caramelo líquido. También
usamos hojas del árbol de morera para hacer un extracto de clorofila con el que
manchar los trapos que teníamos de prueba. Los alumnos aprendieron cómo hacer
el extracto de dicho pigmento por medio de alcohol, usando un mortero y arena
para machacar y romper estructuras de las hojas del vegetal (¡Paloma nos puede dar una clase a todos sobre el procedimiento a seguir!). Aprovechamos para
repasar conceptos vistos en clase cuando se les preguntó en qué estructura
celular se almacenaba fundamentalmente la clorofila. La respuesta fue muy satisfactoria, se sabían la lección.
De nuevo, acometimos esta tarea desde el punto de vista del
trabajo de los científicos. Así que hicimos una valoración previa de las
variables que podían influir y nos centramos en un conjunto limitado de ellas
que pudiésemos controlar en el tiempo del que disponíamos. Tras debatir por
grupos, hicimos una puesta en común y los alumnos decidieron controlar los
siguientes factores: volumen de agua a emplear para lavar, masa de jabón a
añadir, temperatura del agua y tiempo de contacto entre el jabón y el tejido.
Éste último también era un factor controlado pues todos los grupos usaron el
mismo tipo de paño (una bayeta comercial de fibra). María planteó
una duda interesante: ¿cómo podría ser capaz el jabón de eliminar manchas de
aceite o de grasa si él estaba fabricado con aceite? Hubo un pequeño debate al
respecto y algunos alumnos, echando mano de la información recopilada en las
dos primeras sesiones, recordaron que la molécula de jabón tiene un extremo
lipófilo y otro hidrófilo, y que el primero podría permitir al jabón unirse a
las moléculas de grasa en los tejidos y arrastrarlas.
Tras realizar todo lo anterior, quedó poco tiempo como para
empezar este nuevo experimento, así que lo que hicimos fue preparar los
fragmentos de tejidos con sus respectivas manchas. La idea era que todas las
muestras de bayeta se encontrasen en las mismas condiciones al empezar el
lavado. Por ello, hicimos manchas de un tamaño similar (un círculo del tamaño
de una moneda de 5 céntimos) con las diversas sustancias y las dejamos secar
hasta la sesión siguiente.
Al comenzar la séptima jornada, ya con las manchas secas, se procedió a
medir las cantidades de agua y jabón (las mismas para todos los grupos) y se
usaron los agitadores térmicos a modo de “lavadoras”. Se hicieron pruebas en
frío y en caliente. En la primera tanda, el profesor no hizo ninguna indicación
sobre la optimización del procedimiento y a ningún alumno se le ocurrió trocear
el jabón para que su disolución en el agua fuese más rápida. Cuando constataron
este hecho, se les planteó qué se podría hacer al respecto. Hubo respuestas
variadas: agitar más rápido, poner más agua, trocear el jabón, etc. Se
eliminaron las propuestas que pudieran modificar el control de variables que
habíamos establecido previamente y optaron por trocear el jabón para la segunda
prueba de lavado (en caliente, lo que también contribuyó a aumentar la
velocidad de mezcla). Otro aspecto que se planteó fue que en la primera prueba
no se consumió todo el jabón que se empleó. Eso nos llevó a hablar de las dosis
recomendadas por los fabricantes y de los problemas medioambientales que puede
suponer la sobredosis de detergentes vertidas en las aguas residuales. Por no
hablar del malgasto económico que supone para el consumidor.
Una vez terminadas las dos tandas de lavado, se enjuagaron con
abundante agua todas las muestras de tejido para eliminar los restos del jabón
y se dejaron secar para observar resultados.
Mientras esperábamos que esto ocurriera, y tras limpiar y recoger
todo el material empleado, el profesor propuso a los alumnos intentar elaborar
un póster o una presentación de diapositivas para enseñar al resto del
instituto lo que se había estado trabajando. Al final, nos decidimos por el
póster. Para elaborarlo se echará mano de las fotos que se han ido haciendo
durante las sesiones (no tenemos de las pruebas de lavado: al profe se le olvidó la cámara ese día), de las anotaciones en los cuadernos de laboratorio y de
la información inicial que se recogió en la primera sesión de trabajo. En la
siguiente sesión, plantearíamos la estructura del póster.
¡Y llegamos a la última sesión! Como cabía esperar, comprobamos que las manchas
lavadas con agua caliente se eliminaban con mayor facilidad. Además, los
jabones resultaron más eficaces frente a las de naturaleza grasa que con otras
manchas. Por ejemplo, las manchas de clorofila no se eliminaron totalmente ni
la de algún zumo. En alguna que también contenía algún residuo sólido tras
haberlas dejado secar en el pretratamiento (las de chocolate y kétchup) el
resultado no fue del todo satisfactorio. En éstas concluimos que quizá había
que aumentar el tiempo de lavado y la temperatura del agua. El resto de la
sesión se dedicó a plantear una primera maquetación del póster. Y el resultado del mismo lo podéis ver aquí:
Al término
del programa se han quedado interrogantes por resolver, lo cual es un aspecto
deseable de toda investigación: debe dar respuestas a los objetivos planteados
pero debe al mismo tiempo abrir caminos nuevos para futuras investigaciones. En
nuestro caso, nos ha quedado pendiente de trabajar en posibles futuros talleres
los siguientes apartados:
1.
Mejora de la fórmula del jabón.
2.
Obtención de jabones blandos y líquidos.
3.
Optimización de la incorporación de aditivos
al jabón.
4.
Fabricación de otros productos cosméticos.
Así que seguramente, nos veamos el curso próximo embarcados en una nueva aventura de investigación y experimentación. ¿Os apuntáis?
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